Era aproximadamente el año 287 A.C., cuando el Rey de Siracusa le pidió a Arquímedes que comprobara si la corona que habia encargado era de oro o no, sin destruir la corona.
Arquímedes, estubo dándole muchas vueltas a la cabeza para poder solucionar el problema que le había encargado el Rey.
Un día, mientras se bañaba, encontró la solución. Comprobó que al sumergirse, el agua que rebosaba de la bañera era igual que el volumen de su cuerpo. Si de esta manera sumergía la corona en un recipiente de agua, podía calcular su volumen, y así podría compararlo con el volumen de otro objeto de oro del mismo peso. Si los volúmenes era iguales, los materiales eran idénticos, pero sino lo eran, quería decir que eran materiales diferentes.
Al descubrir esto, fue tanta su emoción, que salio del baño desnudo y se fue al palacio del Rey gritando ¡¡EUREKA!! ¡¡EUREKA!! ¡¡EUREKA!!, lo que se traduce como ¡¡lo encontré!! ¡¡lo encontré!! ¡¡lo encontré!!.
De esta manera, Arquímedes comprobó que la corona no era de oro puro, sino que estaba mezclada con plata, que es un metal menos pesado que el oro.
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